A diferencia de las monedas, donde su valor es más evidente, en el caso de los billetes, la conservación se convierte en un factor esencial para los coleccionistas. Sin embargo, más allá de su estado físico, el diseño emerge como un elemento distintivo y destacado en la apreciación de cualquier billete.
En este sentido, dentro del mundo de la numismática, se destaca el billete de 500 pesetas de 1903, una pieza con 120 años de intrincada historia. Este ejemplar no solo atrae la atención por su antigüedad, sino por su diseño meticuloso.
En el anverso, la figura del Dios Mercurio con casco alado sobre un globo terráqueo se erige como una representación simbólica única. Acompañando a esta figura, un caduceo a la izquierda y una representación del dinero a la derecha añaden capas de significado para los coleccionistas.
Los coleccionistas pagaron hasta 18.000 euros por uno de estos ejemplares.
Además de su diseño, las firmas impresas en este billete lo convierten en una reliquia única en el ámbito del coleccionismo. Las rúbricas del entonces gobernador del Banco de España, José Sánchez Guerra y Martínez; el interventor Emilio Rodero de la Calle; y el cajero, Luis Clemente Fabiani, añaden un toque de autenticidad histórica.
Más detalles
Por su parte, en el reverso del billete, la representación de dos mujeres alegóricas cosechando trigo y tejiendo completan la narrativa visual de esta joya numismática. El ejemplar de 500 pesetas se ha convertido en una auténtica joya para los coleccionistas, llegando a alcanzar precios notables en el mercado. De hecho, algunos ejemplares han sido vendidos por cifras cercanas a los 18.000 euros.