Ana Obregón y Alessandro Lequio tienen un vínculo cercano pese a ser expareja. Ambos perdieron un hijo y ese dolor, inevitablemente, los unirá para siempre. Pese a que su ruptura fue tormentosa, los famosos han demostrado que se puede dejar el pasado atrás para apoyarse en los momentos difíciles. De hecho, cuando su hijo Aless estaba en este mundo también supieron dejar de lado sus diferentes y estar presentes en los momentos importantes como cumpleaños o graduaciones.
La historia de amor de Ana Obregón y Alessandro Lequio no pasó desapercibida para la prensa rosa. En 1990, el conde Lequio llegó a nuestro país como ejecutivo de Fiat. Estaba casado con Antonia Dell’Atte, una modelo del sur de Italia con la que se había casado de forma apresurada porque estaba embarazada de su hijo Clemente, que llegó al mundo el 2 abril de 1988.
Al llegar a España no se encontraban en su mejor momento y la llegada de Obregón fue lo que terminó de pulverizar lo poco que quedaba de su romance.
Se habían conocido unos años antes en Roma. Antonia estaba con Alessandro Lequio cuando se acercó a Ana Obregón. En ese entonces, su carrera estaba internacionalizada por su dominio del inglés y el italiano. Ana y Alessandro coincidieron nuevamente en la presentación de una fragancia de Chanel en el otoño de 1990. En enero del año siguiente nuevamente se vieron en una cena en la casa de Manolo March.
Ana Obregón y Alessandro Lequio no podían esconderse
En febrero de ese año la prensa los descubriría en el aeropuerto de Barajas. En enero de 1991 aparecieron unas fotografías en “¡HOLA!” de Ana Obregón y Alessandro Lequio en Mallorca. “Yo no he roto nada que no estuviese roto”, dijo la famosa en “Tiempo”. Pronto comenzó una disputa mediática abierta con Antonia.
Siguió adelante.
Pese a la presión pública, la pareja siguió adelante y trajeron al mundo al joven Aless. Parecía que lo tenían todo, pero rompieron en 1994 por un engaño por parte de Alessandro con Silvia Tinao. El tiempo ha ayudado a sanar y concentrar su energía en tratar de superar la pérdida del hijo que se fue. Solo así lograron una reconciliación sana, una realidad que, dado su comportamiento en los últimos años, ya todos presumían. Hoy se llevan bien, pero no pudieron recomponer su vínculo amoroso.