Carlos III ha vuelto a ser portada de los tabloides británicos. En esta ocasión, el nuevo rey de Inglaterra se ha visto afectado por la fuerte indirecta lanzada por Angela Kelly, la mujer que ofició de modista de la reina Isabel por más de 20 años. Resulta que, tras la desaparición de la monarca, el esposo de Camila Parker tomó la decisión de desalojar a la estilista de la coqueta vivienda que su antigua jefa le había entregado. Ante esta medida, Kelly no guardó silencio.
Fue a inicios de septiembre último que Isabel II abandonó el plano terrenal y, de ese modo, Angela Kelly, de 65 años, quedó sin cargo en la Corona Británica. Es que Camila ha preferido prescindir de sus servicios y, así las cosas, Carlos III la invitó a marcharse, no con demasiada gracia, de las inmediaciones de Windsor, donde se ubicaba su domicilio.
Tal y como reseña "Semana", el rey, antes de desalojarla, ya había dado la orden de que se dejara de abonar su teléfono móvil oficial. También habría solicitado que cambiaran las cerraduras de su casa. Con este escenario como telón de fondo, la aclamada estilista armó sus maletas y se mandó a mudar con reserva. Sin embargo, desde la esfera social soltó un perspicaz mensaje que todos entendieron iría dirigido a Carlos III.
De acuerdo con la ya mencionada publicación, Angela Kelly expresó: "Preparándome para decir adiós. Me mudo a mi nuevo hogar, al cual podré llamar mi hogar por fin". Acto seguido, acotó: "Soy demasiado vieja para preocuparme de quién me quiere y quién no. Tengo cosas más importantes que hacer". Sin duda, una contundente declaración que ha generado toda clase de especulaciones.
"Soy demasiado vieja para preocuparme de quién me quiere y quién no".
Secretismo británico
En medio de esta situación, se conoció que el rey Carlos III le ofreció a la modista a mudarse a una nueva morada ubicada en el bonito Distrito de los Picos. Pero antes de serle entregadas las llaves del domicilio, le interpuso una contundente condición que refiere a un simple concepto: Kelly, hasta el día en que desaparezca, no podrá escribir ni hablar de manera pública sobre el vínculo que mantuvo por dos décadas con Isabel II.