No son pocos quienes han heredado, de abuelos, tías o padres, alguna pintura antigua que, a primera vista, pareciera no tener valor alguno. Así le sucedió a la familia Grant. Sin embargo, terminaron llevándose una sorpresa millonaria que cambió sus vidas para siempre.
Resulta que Robert Grant, en la década de los cincuenta, asistió a la casa de un joven Norman Rockwell para jugar al billar. En medio de la partida, Robert le hizo un pequeño agujero a una de las pinturas realizadas por Rockwell, quien, poco después, se convertiría en uno de los artistas emblema de Estados Unidos.
Apenado, Grant le compró el cuadro por unos 100 dólares y se lo llevó a su hogar. Tal y como reseña "Heritage Auctiones", lo terminó colgando en el salón principal. La pintura, de óleo y titulada "Lazybones", sería luego robada y se mantuvo desaparecida por cuatro décadas.
Grant le compró el cuadro a Rockwell por unos 100 dólares.
Tras una ardua pericia por parte del FBI, afortunadamente, lograron dar con la obra. La poseía un vendedor de antigüedades que no dudó en devolvérsela a la familia. En ese marco, los Grant terminarían descubriendo que "Lazybones", en el mercado de coleccionistas, poseía un elevadísimo valor pecuniario.
Se confirmó la autenticidad de la pintura gracias al agujero que Robert Grant le había hecho en aquella partida de billar. Y, hace seis años, su afortunada familia consiguió vender "Lazybones" a través de Heritage Auctiones, en el contexto de una tirante subasta, por 912.000 dólares. Lo cierto es que, al tratarse de una obra de Norman Rockwell, esta cifra no termina de sorprender a especializados en la materia.
Los Grant: familia afortunada
Nacido en Nueva York en 1894, Rockwell produjo a lo largo de su prolífica carrera más de 4.000 obras. Su talento iconográfico lo convirtió en uno de los artistas más populares del gigante del norte. Esto, debido al modo pletórico y romántico en que se ocupó de retratar la cultura norteamericana. En 2019, su obra "Saying Grace", por cierto, fue vendida en 33,9 millones de dólares, convirtiéndose así en la pintura estadounidense más cara que se haya adjudicado en subasta.