Las monedas, desde tiempos remotos, han sido un medio de intercambio y símbolo de riqueza. A lo largo de la historia, el uso de metales preciosos en su fabricación ha dado lugar a prácticas fraudulentas y a medidas para contrarrestarlas. Una de estas medidas, que se remonta a siglos atrás, es la inclusión de marcas en los bordes.
Estas marcas, concebidas con propósitos de seguridad y accesibilidad, han evolucionado a lo largo del tiempo, reflejando tanto avances en el sistema monetario como la atención hacia las necesidades de las personas con problemas visuales. En la actualidad, aunque las monedas han dejado de estar compuestas principalmente por metales preciosos, las marcas en sus bordes siguen cumpliendo un propósito importante.
Durante la creación del euro, en los años noventa, el Banco Central Europeo (BCE) colaboró con la Unión Europea de Ciegos (UEC) para diseñar monedas y billetes que fueran accesibles para las personas con discapacidad visual. Estas iniciativas se basaron en el principio de que un diseño inclusivo beneficia a todos los ciudadanos.
En el caso de las monedas de euro, se implementaron características táctiles en los bordes para facilitar su identificación por parte de las personas con problemas visuales. Por ejemplo, las de dos euros presentan caracteres grabados en el canto, mientras que las de un euro cuentan con secciones lisas intercaladas con secciones finas.
Los metales pueden ser coleccionables por su antiguedad.
Del mismo modo, las piezas de menor valor poseen detalles distintivos, como cantos con festón fino o acanaladuras. Estas diferencias de diseño contribuyen a la seguridad y permiten que las personas puedan reconocer fácilmente el valor de cada moneda.
Más detalles y el valor
Además de las marcas en los bordes, las que también varían en tamaño, peso y grosor según su valor. El BCE destaca que, por lo general, las de mayor valor son más pesadas, con la excepción de la moneda de un euro.