Las hermanas del rey Felipe VI, las infantas Cristina y Elena, se encuentran sumidas en la consternación por haber sido excluidas de un honor que ostentaron durante muchos años. Un gesto aparentemente insignificante en apariencia, pero de gran simbolismo, ha generado un profundo disgusto entre las hermanas reales. Durante la jornada del domingo 23 de julio, las infantas fueron vistas con una banderita española colgada en el automóvil de la hermana mayor, lo que podría interpretarse como una expresión de descontento ante la situación que atraviesan.
Un panorama político cambiante en España también ha contribuido a la desazón de las hermanas reales. Las elecciones revelaron que el rey emérito Juan Carlos permanecerá en Abu Dhabi y que el anhelo de ver a Feijóo presidiendo España se desvaneció, dejando al rey Felipe VI con las manos atadas.
Además, la derecha y la ultraderecha tuvieron un revés, perdiendo la oportunidad de gobernar, pero las hermanas reales también enfrentaron una decisión que afectó su estatus protocolario y reflejó una desconsideración hacia ellas, incluso por parte de la Armada española, un pilar históricamente relevante para la corona.
El golpe más significativo para las infantas Elena y Cristina fue la pérdida de uno de los últimos privilegios que les quedaba como integrantes de la familia real. La tradición de contar con dos barcos de la Armada bautizados con sus nombres llegó a su fin después de 43 años de servicio en España y participación en misiones nacionales y de la OTAN. El barco "Infanta Cristina", con base en Cartagena, concluirá su última misión en alta mar y será dado de baja en septiembre, según reportes de fuentes cercanas.
No se expresaron públicamente al respecto.
A partir de ese momento, las hermanas del hombre se verán privadas de cualquier barco bautizado en su honor, mientras que esta distinción pasará a ser destinada a las hijas del rey Felipe VI.
Detalles
Este cambio en la tradición real por decisión del rey Felipe VI marca un nuevo episodio de tensiones dentro de la familia real, y aunque la decisión no afecta sus beneficios económicos, sí representa un golpe simbólico a su posición en el ámbito protocolario y destaca una aparente falta de reconocimiento hacia su papel en la historia de la monarquía española.