Desde su invención en 1840, los sellos postales han sido mucho más que meros comprobantes de pago para el envío de correspondencia. Con el paso del tiempo, estas pequeñas estampillas se convirtieron en auténticas cartas de presentación y símbolos representativos de sus países emisores. Entre ellos, los sellos de la República que sucedió a la monarquía borbónica de Alfonso XIII, juegan un papel destacado.
Así, el fascinante mundo de la filatelia, la afición de coleccionar y clasificar estos tesoros postales, ha emergido para ofrecer una ventana a la historia y cultura de distintas épocas. En los albores de la República, surgió una interesante dicotomía con respecto a los sellos postales. La continuidad de estampillas con la imagen del rey ya no tenía sentido, pero tampoco había tiempo para crear nuevos diseños.
La solución encontrada fue audaz: sobreimprimir los sellos postales existentes con una palabra simbólica y reveladora, "República". Así, la Junta Revolucionaria de Almería obtuvo la autorización del Administrador Principal de Almería para llevar a cabo esta medida.
Sin embargo, esta acción iba en contra de la normativa vigente, que estipulaba que solo la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre, previa solicitud de Correos, podía realizar este tipo de sobreimpresiones. La Dirección de Correos de Madrid, ante el incumplimiento de la norma, rechazó la iniciativa y procedió a destruir la plancha utilizada para la impresión de estos sellos modificados.
Lo extraño de esto crece con el tiempo.
Pese a ello, la historia tenía reservado un destino sorprendente para aquellos sellos "rebeldes". La Junta Revolucionaria de Almería redactó un documento crucial en la filatelia, donde detallaban la cantidad de sellos sobreimpresos y que circularon entre el 18 y el 24 de abril de 1931.
El destino
Estos sellos postales no fueron destruidos y hoy en día son considerados auténticas piezas de valor histórico, otorgando a la República un lugar importante en el mundo filatélico.