En nuestra incesante búsqueda de la perfección estética, a menudo nos encontramos rodeados de productos costosos y tratamientos exclusivos para el cuidado de la piel.
A lo largo de la historia, civilizaciones como la egipcia, la griega y las comunidades indígenas descubrieron los secretos de la naturaleza para realzar su belleza. Los antiguos egipcios confiaban en aceites naturales para suavizar y proteger la piel, mientras que los griegos preferían baños de leche y miel.
En la actualidad, podemos redescubrir esta sabiduría natural. La madre naturaleza, siempre generosa, proporciona ingredientes en su forma más pura que compiten con las caras cremas disponibles en el mercado. Dos tesoros culinarios, el aceite de oliva y el azúcar, se destacan como protagonistas en este enfoque.
Mientras que el azúcar puede ser perjudicial para los dientes en exceso, resulta ser un aliado asombroso para la piel. Las partículas granuladas del azúcar funcionan como micro esferas naturales que revitalizan y rejuvenecen la dermis.
Al eliminar las células que no sirven, el azúcar promueve la regeneración celular, dejando espacio para una piel fresca y radiante.
La solución es más fácil que lo pensado.
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Por su lado, el aceite especialmente el de oliva, entra en las capas profundas del cuerpo, ofreciendo hidratación duradera y combatiendo la sequedad.