En un intrigante capítulo de la historia numismática, las monedas de uno, dos y cuatro pesos, acuñadas en Filipinas durante su época como colonia española antes de su independencia y transformación en una nación asiática, han emergido como auténticos tesoros del pasado.
Estas piezas, aunque nunca llegaron a circular en España debido a las diferencias en los sistemas monetarios de la época, poseen un valor que hoy cautiva a coleccionistas de todo el mundo. Cabe destacar que en 1862, durante el reinado de Isabel II, se otorgó el permiso para la producción de monedas fraccionarias de plata en Filipinas.
Estas monedas, denominadas en 10, 20 y 50 céntimos de peso, comenzaron a ser acuñadas recién en 1864. Sus diseños eran semejantes al escudo de plata español de la época, creando un vínculo visual entre ambas culturas. A pesar de no haber sido destinadas a la circulación en España, estas monedas encarnan un enlace histórico entre dos tierras separadas por miles de kilómetros.
Por algunos de estos ejemplares pagan hasta 10.000 euros.
En este contexto, la moneda de un peso filipino, considerada una pieza de gran rareza, ha alcanzado un valor máximo en el mercado de 1.500 dólares. No obstante, si se trata de una moneda que nunca llegó a ser puesta en circulación, su cotización puede elevarse hasta los 4.000 euros, lo que subraya la importancia del estado de conservación y su historia en la determinación de su precio en el mundo del coleccionismo.
La más valiosa
Cabe destacar que el valor se asemeja para las monedas de dos pesos, pero alcanza su punto máximo con las de cuatro pesos, pudiendo llegar hasta los 10.000 euros en situaciones óptimas.