En la práctica culinaria, la congelación se ha convertido en un recurso invaluable para preservar la frescura de diversos alimentos y extender su vida útil. Sin embargo, la respuesta al congelamiento no es uniforme entre todos los ingredientes.
Ciertos alimentos, en particular, pueden padecer cambios indeseables cuando se les somete a temperaturas extremadamente bajas.
Algunos vegetales, como la lechuga, el pepino, el apio y el tomate, son ricos en agua y poseen una estructura celular delicada. El proceso de congelación puede dañar sus células y textura, resultando en una consistencia poco agradable una vez que se descongelan.
Además, los huevos con cáscara no deben congelarse. La expansión del contenido puede dañar la cáscara y aumentar el riesgo de contaminación. Si tienes la necesidad de congelar huevos, la mejor práctica es batir los alimentos primero y guardarlos en un recipiente hermético.
Hay que tener en cuenta todos los detalles.
Las salsas y cremas que contienen harina, como la bechamel, pueden padecer cambios desfavorables después de descongelarse, separándose y volviéndose grumosas. Si necesitas congelar estos tipos de alimentos, es preferible hacerlo antes de agregar la harina.
Más opciones
Estas opciones, por su parte, pierden su crujiente y textura característicos al ser congelados y descongelados.