Un estudio revolucionario, publicado en Nature Cell Biology y liderado por la Universidad de Monash en Australia, ha desvelado que la dieta de una madre durante el inicio de su embarazo podría tener un impacto duradero en la salud cerebral y los cambios físicos de sus hijos y, sorprendentemente, incluso en la de sus nietos.
Este hallazgo no solo arroja luz sobre el papel fundamental de la alimentación materna, sino también sobre cómo ciertos alimentos, como hierbas y manzanas, pueden ejercer un efecto protector en el cerebro y para varios cambios físicos.
Uno de los aspectos más notables de este estudio es la identificación de una molécula presente en hierbas como la albahaca, el romero, el tomillo, el orégano y la salvia, así como en las manzanas. Esta molécula desempeña un papel crucial en la preservación de la integridad de los cables de comunicación esenciales para el funcionamiento cerebral adecuado.
El autor principal del estudio, Roger Pocock, y su equipo se adentraron en el intricado mundo de las células nerviosas cerebrales, que se comunican a través de una red de aproximadamente 850,000 kilómetros de cables llamados axones. Sin dudas, los cambios físicos son los más significativos.
Estos axones son vitales para la transmisión de información entre células cerebrales y, por lo tanto, para el funcionamiento global del cerebro.
Los avances pueden marcar grandes cambios.
Más cambios
La implicación de este hallazgo no se limita únicamente a la nutrición. También plantea preguntas fascinantes sobre cómo los rasgos adquiridos por los padres pueden trascender generaciones, como los cambios físicos e imitaciones a lo largo del tiempo, lo que lleva a una reevaluación de la herencia genética y ambiental.