Se sabe que Mario Vargas Llosa ha sido crítico con las rutinas de belleza de Isabel Preysler. Sin embargo, desde “ABC” aseguran que tenía las suyas propias luego de haberse instalado en Villa Preysler, donde le atendía un mayordomo hasta el momento del final de su vínculo amoroso con la 'socialité'.
De acuerdo a lo que comenta el citado medio, Mario Vargas Llosa tenía la costumbre de despertar a las cinco de la madrugada para tener dos horas para escribir. Tras ello, el Nobel subía a su habitación para ponerse un chándal y salir a caminar por la urbanización.
También se supo que Mario Vargas Llosa tenía una cocinera que le preparaba su desayuno. Este consistía en un café con leche, un gran bol de muesli con leche y miel, además de un vaso de zumo de naranja recién exprimida y papaya. Según se reconoce, sus manías llevaron a que no se usaran frutas con pepitas o huesos, incluso las aceitunas.
Antes de dormir, el escritor pasaba por el aseo y se ponía muchas cremas. Las alergias no le permiten usar perfumes debido a que tiene un cutis muy delicado. A su vez, tampoco escatimó gastos con su 'shampoo', ya que se hizo preparar uno especial para él. Además, cada sábado, era asiduo a la manicura y pedicura en lo de Isabel Preysler.
Cada sábado, era asiduo a la manicura y pedicura en lo de Isabel Preysler.
Un gran tema con su peso
Mario Vargas Llosa tenía una importnante obsesión con su peso. “La Buchinguer”, en Marbella, es donde acude regularmente para controlar su peso. Si bien el literato suele criticar los intensos cuidados de imagen en sus cuentos, si tiene una gran fijación por cuidar la suya propia.